Su mecanismo se ríe de ti, de todos nosotros. Hay que terminar con ellos, nos están contaminando con sus minutos, nos adormecen con sus cuartos, las horas nos ahogan. Créeme, tú eres pequeño y sabes menos de la vida, yo ya he pasado por muchas dictaduras de esferas y manillas que ahora estarán oxidadas.
¡Relojes, harpías del tiempo! ¡Relojes, harpías del tiempo!

martes, 10 de noviembre de 2015

RESEÑA DE "RELOJES MUERTOS" EN LA VIDA EN SORBOS

Norma de un buen Club de Lectura es elegir entre sus lecturas a los nuevos escritores. Leer y comentar sobre obras consagradas de la literatura, está bien como proceso de aprendizaje, pero leer y comentar sobre obras recién estrenadas, sobre autores jóvenes que están empezando a darse a conocer, es otra cosa, es contribuir a dar forma a la obra, a configurar la imagen del autor.  Por eso me gusta tanto el club de los 1001 Lectores, que ha elegido como lectura del mes de mayo la novela “Relojes muertos” de Eva María Medina (Madrid, 1971). 

No tenía ninguna referencia, ni tan siquiera me molesté en leer de qué iba. Sin embargo voté por esta obra porque me pareció sugerente. Eva María Medina ha sido muy valiente. Según he podido saber a posteriori escuchando alguna entrevista (pulsar aquí), Eva llevaba mucho tiempo con este personaje dando vueltas en su cabeza. Provenía de un relato breve que hizo hace unos años y que notó que se le quedó corto, que necesitaba desarrollar en mayor profundidad. Meterse con Relojes muertos, su primera novela, en la mente de un enfermo psiquiátrico y además de un sexo contrario al suyo es de valientes porque no todos los lectores probablemente lleguen a valorar el ejercicio y quizás sean muchos los que no lo entiendan. Eva sin embargo lo hizo y es de halagar.

“Relojes muertos” es un viaje en espiral a través de los ojos de Gonzalo. Un viaje que empieza el día que abandona el psiquiátrico donde había sido ingresado, un lugar donde hay otros enfermos como él, Gregorio, Inma, Ángela,… personajes sin pasado y casi sin futuro, sólo habitantes de un tiempo presente, estático. A partir de ahí empieza a pintarse ese escenario de horas muertas, una atmósfera claustrofóbica que se vuelve mayor aún a partir del momento en que Gonzalo decide no tomar su medicación. En ese momento, realidad y “no realidad” (que no ficción) se entremezclan de un modo caótico y el protagonista empieza a vivir en un mundo al que intenta volver pero del que también necesita huir. 


Hablar de “relojes muertos” es hablar de su protagonista. El resto de personajes son planetas orbitando alrededor de él, no están definidos, los vemos cambiar porque los vemos a través de los ojos inestables de Gonzalo, mezcla de pasado y presente. Así busca y llega a encontrar en Ángela rasgos de Sara (a pesar de que no se parecen en nada), una chica que tuvo una relación con Gonzalo antes de ser ingresado y que desapareció misteriosamente. Gonzalo  busca a Sara en los rasgos de Ángela, pero también en obituarios de periódicos o lugares comunes que transitó con ella. No la encuentra, no entiende por qué necesita buscarla, no entiende por qué no la encuentra, reacciona con violencia revelándose contra ese mundo al que ha vuelto que es un puzzle al que le faltan piezas. Su posición en estas circunstancias es de escrutador de lo que le rodea, siempre en guardia, interpretando la realidad para lograr que todo encaje. Cansado, muy cansado vivir así, casi imposible. 

“El tiempo parece amplificarse, cobrar fuerza. Cada minuto me duele, retumbándome en las sienes”

Cada minuto, el mismo minuto, unas manecillas paradas, un tiempo muerto. Quizás eso es lo que necesita Gonzalo, tiempo muerto y luego seguir, pero la vida no es así, por suerte.    

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