Su mecanismo se ríe de ti, de todos nosotros. Hay que terminar con ellos, nos están contaminando con sus minutos, nos adormecen con sus cuartos, las horas nos ahogan. Créeme, tú eres pequeño y sabes menos de la vida, yo ya he pasado por muchas dictaduras de esferas y manillas que ahora estarán oxidadas.
¡Relojes, harpías del tiempo! ¡Relojes, harpías del tiempo!

jueves, 30 de octubre de 2014

GENERACIÓN SUBWAY



 El metro se come a sus viajeros, masticándolos despacio, y después escupe restos de ojos, cejas, bocas, y algún zapato viejo. La línea que separa ficción y realidad se desdibuja. Lo fantástico escurriéndose entre paredes cotidianas.
 La necesidad de reinventarse cada día, de ese exilio cotidiano, verse al otro lado del cristal. Un cristal opaco, con manchas negras en los bordes. Un cristal en el que cuesta tanto reconocerse…
El mundo ‒infinito, inabarcable‒ cabe en un vagón. El viaje lo es todo. Los viajeros se sienten presos en lo finito, repeliendo lo cotidiano.
Reencuentros, libros, teorías, juegos, sueños… La felicidad cogida con pinzas en ese intentar escribir algo que atestigüe que la vida mereció la pena. Todo viaje lleva dentro el testimonio de lo marchito, de la muerte.
 La vida vista como un puzle viejo: las esquinas de muchas de sus piezas dobladas, el dibujo descolorido, algunas rotas, y faltan tantas… Y el conductor tan cansado de mirar las vías del tren.  


EVA MARÍA MEDINA MORENO
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